miércoles, 31 de julio de 2013

Atravesando Mongolia


Miércoles, 24 de julio de 2013

Bueno, pues seguimos:

Después de nuestra primera noche en Mongolia, tocaba madrugar para continuar lo antes posible. Nos levantamos a las siete de la mañana dispuestos a arrancar rápidamente, ya que queríamos llegar ese mismo día a Khovd. Era la etapa más corta, unos doscientos kilómetros, y a priori parecía que iba a resultar bastante fácil…hasta que miramos hacia el coche: primer pinchazo. Tuvimos que vaciar todo el maletero para sacar una de las ruedas de repuesto y las herramientas para cambiarla. Los mosquitos también habían madrugado y empezaron a hacer de las suyas. Finalmente, antes de las ocho de la mañana estábamos en camino. Podrían ficharnos para cambiar ruedas en la F1.




A los pocos kilómetros llegamos a Tolbo, un pueblo que teníamos que dejar a un lado y adentrarnos en las montañas.




El camino se hacía cómodamente, hasta que hubo un momento en el que no sabíamos por dónde seguir, así que paramos a preguntar a una familia de pastores que vivía por allí. Al principio sólo estaban el matrimonio y su hija por allí, pero de pronto aparecieron un montón de “muchachinos”, una niña que nos quería llevar a su ger para enseñarnos un águila, luego llegó el padre de la niña, después otro con un águila envuelta en una manta…y había que estar pendientes de todo, ya que los niños lo tocaban todo y no se quedaron muy conformes con unos lápices que les dimos…




Finalmente, conseguimos enterarnos de cómo se iba a Khovd y continuamos la marcha durante unos kilómetros hasta llegar a un riachuelo que parecía que no iba a tener ninguna complicación… hasta que las ruedas tocaron aquel suelo formado por arena fina y piedras pequeñas. Resultado: el coche encajado en mitad del arroyo. Hubo que meterse “de patitas” en el agua (congelada, por cierto) y empezar a pensar soluciones: empujando para adelante, para atrás, tirando de una cuerda…pero ninguna funcionaba.




De pronto, vimos acercarse una camioneta y pensamos que ya estaba arreglado. Les pedimos ayuda y cuando se pusieron a cruzar el río les pasó los mismo, con lo cual también les tocó mojarse los pies.





Un señor mayor que vivía por allí, y que había seguido la jugada bien de cerca, sin interceder, se prestó a ayudarnos, y fue a por su 4x4, al que atamos las cuerdas que llevábamos, logrando salir de ese océano. El 4x4 ni se inmutó.





En agradecimiento, le dimos a este buen hombre un paquete con seis cigarrillos Marlboro que nos quedaban. Para nosotros eso era un tesoro, pero aquel hombre cogió uno y nos quiso devolver el paquete, a lo que nosotros nos negamos y le insistimos para que se los quedara, y le dimos un mechero para que se encendiera uno, lo cual hizo con cara de desgana. Luego dedujimos que no fumaba, pero por sus costumbres no rechazan los regalos…

Tras este “incidente”, cada vez que tuvimos que pasar un charco, lo que hicimos fue bajarnos del coche e inspeccionar todo el terreno bien, incluso llegando a dar rodeos de más de una hora para rodear unos lagos, ya que cada vez iba siendo más difícil encontrar gente por aquellas zonas.




Tras todo el día conduciendo por caminos llenos de piedras entre las montañas, llegamos por fin a Khovd. María se pone al volante para hacer algún kilómetro más y adelantar un poco la etapa del día siguiente. Hoy hemos hecho 350 kilómetros en una burrada de horas. Nos quedan 1400 para Ulan Bator.











Paramos a dormir al lado de la carretera que están haciendo, y que le quitará mucha aventura al rally dentro de unos cuantos años, ya que llegará casi a la frontera.


Jueves, 25 de julio de 2013

Nos levantamos a las cinco de la mañana. Tenemos mucho camino por delante, y no queremos perder tiempo.

Anoche tuvimos que cenar dentro del coche, ya que había unos mosquitos como buitres. Montamos la tienda en un par de segundos, aunque esta rapidez no evitó que nos frieran. Nos pareció ver un mosquito de éstos llevando una oveja en las garras.


El mosquito en cuestión, ya sin oveja.


Pues eso, nos levantamos temprano, y Javi toma los mandos del cada vez menos bólido.

El chasis está un poco doblado, de tanto golpe con las piedras, y las puertas no abren bien.

Casi no paramos en todo el día. Avanzamos poco, y este avance se hace muy aburrido. Parece que no vamos a llegar, y los ánimos no están muy altos.






Prometo que el último camello no es el mismo que el primero. Por si alguno ha sentido pena.

Es la etapa más dura emocionalmente.

El camino que nos encontramos durante todo el día es muy duro, y el coche empieza a tener síntomas raros.

Se enciende el chivato del control de estabilidad. Le hemos dado tantos golpes a los bajos del coche, que las protecciones de este sensor se han arrancado, y los golpes han seguido dando directamente en él.

Cuando decidimos bajar a ver qué pasaba, los cables están bastante machacados. Nada que no arregle Jose con un buen rollo de cinta aislante roja del chino.

Seguimos por una carretera inacabada, a 35 km/h, traqueteando por las marcas que las máquinas de las obras han creado en la tierra, durante un montón de kilómetros. Además, tenemos que cruzar varios ríos que habían pasado incluso por encima de la carretera.





Una vez que damos un golpe fuerte al coche, notamos que algo va rozando. Aparte de una chapa protectora, Jose descubre que se ha roto la correa del ventilador.

Jose cuenta al equipo que es posible que esta correa, aparte del ventilador y el aire acondicionado, mueva el alternador. Si esto no es así, no pasará nada, pero, en caso afirmativo, puede que nos quedemos sin batería, ya que ésta, sin esta correa, no puede recargarse.

Además, estamos casi sin gasolina, y esto colma la gota de nuestra desesperación. Javi quiere echar de los bidones, y Jose no quiere parar.

Estalla la tercera guerra mundial, dentro de un pequeño coche.

Después de decirse Jose y Javi de todo menos bonito, decidimos continuar con la esperanza de que la correa no mueva el alternador. Quedan unos cuarenta kilómetros para Altai. Javi conduciendo, y Jose atrás. No se hablan.

Con el orgullo por bandera, Javi sigue conduciendo, y Jose no dice nada. Los chivatos del ABS, del control de tracción, del control de estabilidad, y del airbag, se van encendiendo paulatinamente. Después, se enciende el de la batería. Maldita correa.

Llegamos a Altai, y paramos en el primer aparcamiento que vemos. Ya no va ni la dirección asistida, y la batería entra en coma justo cuando estamos aparcando.

Dios dejó caer este taller a diez metros de nosotros, y, tras un rato, y con un poco de ayuda del mecánico, conseguimos poner la correa nueva.




Jose y Javi siguen sin hablarse, aunque cooperan y se ayudan en favor del equipo. Sólo hablan cuando hay que arreglar algo. Parte del cubrecárter se suelta, y tenemos que parar a los pocos kilómetros a poner nuevos tornillos.




Así seguimos hasta la noche. Javi no para de conducir, y no se oye ni una mosca en el coche. María, ya cansada de estos dos, dice que paren el coche, que hasta que no se arregle no se arranca de nuevo.

Dos horas después seguimos igual, aunque por lo menos ya estamos hablando, no gritando.

Los orgullosos animales poco a poco van bajando las orejas, y las aguas van volviendo a su cauce. Alguna broma con María como objetivo empieza a romper el hielo, y un rato más adelante, ya casi estamos como al principio.

Son ya las dos de la mañana, y Jose se anima a darle el relevo a Javi.

Seguimos un par de horas. Se ha rebajado la tensión y ya estamos bien. Parece que necesitábamos decirnos algunas cosas.

Ahora son otras aguas, las del cauce de un río desbordado, las que se colocan delante de nosotros. Allí hay dos gers (las tiendas de los nómadas), y salen varios tipos a decirnos que por 10.000 tugris nos pasan al otro lado, remolcándonos con un tractor. Contestamos que no, que vamos a buscar un puente. Se ríen. Después de dar varias vueltas buscando la manera de pasar el río por otros sitios, volvemos a preguntarles. Ya son 20.000 tugris. Regateamos un poco el precio y al final nos ayudan a pasar por 15.000 tugris. Sin el tractor hubiera sido imposible, ya que el agua llega hasta la luna delantera del coche. Os ponemos unos vídeos del momento:




 









Después de esta nueva experiencia, de la que Javi aún no se ha recuperado, seguimos avanzando durante un rato más, y a las cuatro de la mañana decidimos parar a descansar un poco, para continuar sobre las ocho de la mañana del viernes y hacer el asalto final a Ulan Bator…

Continuará…
















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