sábado, 6 de agosto de 2011

6ª Crónica: El infierno Kazajo

Adiós banditen, hola gorrones

Domingo, 31 de julio de 2011

Muy buenas a todos:

Escribo estas líneas desde el hotel Amsterdam, en Aqtobe (Kazajstán). Os voy  contar los dos últimos días de un golpe porque en Rusia no ha habido muchas novedades, básicamente porque no he parado de conducir desde que me desperté antes de ayer en la segunda gasolinera, después de la amenaza de los banditen rusos (vamos, que no me apetecía pasar más noches durmiendo en Rusia con un ojo abierto, cual liebre), y además, ahora mismo no tengo el cuerpo como para hacer dos escritos.

Entramos en faena: A decir verdad, no he notado ninguna diferencia entre Ucrania y Rusia: Altos, rubios, se visten igual y saben lo mismo de Inglés. Los pueblos que se ven desde la carretera también parece que fuera el mismo país.
Una cosa que llama la atención son las plantaciones que hacen de cualquier cultivo. Todo es extensivo. Aquí, por ejemplo, si siembran girasoles, maiz o lo que sea, el que lo siembra lo hace a conciencia. Puedes ver miles de hectáreas seguidas y no se distingue ninguna linde. No sé si seguirá el estado interviniendo en esto, pero tiene toda la pinta de que esto no lo ha sembrado uno para consumo propio.

Uno de los factores negativos de esto, que lo he sufrido en mis carnes, es el de las plagas. He visto millones de langostas volando en un maizal. Al principio me pareció una bandada de pájaros
volando hacia el Peugeot y pensé: “Ya se apartarán”. Pues no. Las langostas son más tontas que los pájaros y se han empotrado contra el coche unas cinco mil de golpe. Me han dejado el parabrisas perdido. Os pongo una foto que ya van siendo muchas letras seguidas:



...Las ventanillas no me las han manchado porque las llevaba bajadas. La que se ha liado dentro del coche en un segundo. Parecía que estaba bailando bacalao con los aspavientos que he hecho durante unos cien metros hasta que he parado, me he bajado corriendo como si el coche fuera a explotar, dando manotazos al aire y sacudiéndome toda la ropa. Cuando se me ha pasado el susto, me he armado de valor y he ido abriendo todas las puertas y el maletero mientras iba espantando bichos desde una distancia tal que ni se espantaban. Al final me he echado un cigarrito en el arcén mientras  se iban yendo al maizal otra vez. De esto no hay foto porque entre la tensión del momento y que la cámara estaba dentro del coche (y a ver quién se metía ahí), ni me he acordado. Lo que sí me ha quedado para el recuerdo ha sido la última langosta en salir, que ha apurado tanto que se ha quedado pillada entre la puerta y la ventanilla cuando la subía:







En los arcenes también me he encontrado con un montón de vacas pastando tranquilamente, y , a decir verdad, parece que están adiestradas, porque las ves que ni se inmutan cuando pasas, y sólo cruzan la carretera si no viene nadie:



 

También he visto muchas rapaces de todo tipo. Aquí hay un águila que un momento antes de la foto estaba posada sobre el guardarrail de la carretera:


 
Además del documental de naturaleza que hice ayer, poco más. Bueno, sí puedo decir que en Astrakhan, cerca de la frontera con Kaajstán,me encontré a unos tipos en una ambulancia de Inglaterra y pensé que eran del Rally. Al final nos paramos en el arcén y estuvimos charlando un rato. No son del Rally Mongol, pero sí de otro rally benéfico a Mongolia. Ya me va oliendo a cuerno quemado esto de los rallys a Mongolia. Pa mí que va a ser un negocio. El caso es que estos iban tranquilos. Llevaban tres semanas los pájaros para hacer tres mil kilómetros. Uno de ellos iba acostado en una camilla y no se puso ni las chanclas para saludarme. Aquí están los tres elementos en cuestión:



 
y después de hacernos esta foto, me pilló un pedazo de atasco que me tuvo dos horas parado antes de entrar en Kazajstán. Esta es la puesta del Sol desde Astrakhan, en mitad del atasco:


Y a partir de ahora empieza lo bueno: Kazajstán.

En todo el tiempo que llevo de viaje no me han pasado tantas cosas como en las ultimas veinticuatro horas. Y casi todas desagradables.Vamos a ordenarlo cronológicamente:

Nada más cruzar el puente de la foto anterior, girando a la derecha, se llega a un poblado del estilo de “las barranquillas” en Madrid. Sin carretera. Todo barro. Niños pequeños sucios deambulando. La gente en la puerta de las casas mirándome con caras de pocos amigos, y ni una sola indicación. Al final, en un cruce, ha parado junto a mí un matrimonio y les he preguntado cómo se iba a Kazajstán, y me han guiado con su coche hasta la salida del poblado aquel.

Unos diez kilómetros más adelante, llego a un río con un puente flotante y dos militares a la entrada. Me paro a preguntar si era por allí y me dicen que sí, y acto seguido empiezan: “Dengue, Dengue”, y yo: “¿Dengue?”, a lo que ellos dicen: “Da, da, dengue, dengue”. Pues bien, esto que parece el idioma de una tribu africana es el nombre de la moneda de aquí. Ahora me entero. En realidad se llama tengue, pero estos señores lo pronunciaban así. Les digo que “no tengo tengue”, y ellos me dicen:”Rubli, rubli”, y les respondo: “no rubli, no rubli. Dólari, dólari”...y nada. Al final, el más mayor de los dos me ha señalado la orilla del río, donde había una barcaza, y me ha explicado que me duerma tranquilamente en el coche hasta que funcione la barcaza por la mañana, pero también “dengue, dengue”. Después de un rato intentando hablar con ellos he visto que todos los que pasaban por el puente pagaban, y como no querían “dólari”, he tenido que ofrecer a los coches que llegaban 5 dólares por 80 rublos, que es lo que costaba pasar por el puente. ¡Cualquiera se da la vuelta y pasa otra vez por ese poblado!. Nadie me hacía ni caso, hasta que ha llegado un ruso que me ha dado 100 rublos por la cara, y no me ha querido coger los dólari.  Total: una hora perdida para esto:



 
Después de este mal trago he continuado hasta la ciudad de Atirau, que es una de las importantes del país, que estaba todavía a unos trescientos kilómetros, que han sido hasta ese momento los peores kilómetros que he recorrido nunca: Carreteras rotas o inexistentes, barrizales kilométricos llenos de rodadas de camiones con socavones escondidos, coches de frente que no quitan las luces largas hasta que no están a cincuenta metros...y policía. Lo de la policía ha sido un caso aparte, así es que ponemos un punto y aparte y nos centramos en la anécdota:

A unos ciento cincuenta kilómetros de Atirau, al pasar por unos de los poblados rodeados de barro que hay dispersos a lo largo de la carretera, veo encenderse una luz roja encima de un coche durante medio segundo. He seguido como si nada pensando que sería algún borracho y justo al llegar a la altura del coche he oído un pitido ronco como los de las ambulancias para pedir paso en los atascos. He vuelto a mirar y he visto un coche de policía. Al parar, unos veinticinco metros más adelante, me han empezado a hablar con un altavoz a un volumen altísimo, y he ido marcha atrás hasta su altura. Me bajo del coche, andando sobre los talones para no embarrarme, y se bajan dos policías con una Coronita cada uno en la mano hablándome en ruso. Mientras les intentaba “escenificar” que no les entendía, se me iban los ojos a las cervezas, por lo curiso que me parecía y, ¡Qué cojones!, por la envidia, jeje. Al final las han soltado dentro del coche y me han pedido los papeles. Han visrto que estaba todo bien y se han acercado al coche. Han empezado a husmear diciendo: “Present, present” (aquí lo repiten todo dos veces, por lo que se ve). Lo que no os imagináis es el final de todo este sainete: hemos acabado hablando hispano-ruso, ellos descojonándose de mi cara porque no les entendía, y yo, descojonándome de ellos al verlos con la pinta que tenían con los dos “present” que le he regalado. En cuanto veáis la foto lo vais a entender:



Que vivan los Repuestos de La Serena. Al final, me han ofrecido hasta cerveza, pero no me apetecía chupar de esas botellas. Como dice mi madre: ¡A saber qué enfermedades te puedes coger por eso!.

Después de esto, he seguido navegando por el barro hasta Atirau. Ya era de día (aquí amanece sobre las cuatro de la mañana) y lo primero que he hecho es buscar un cajero, que tampoco quiero más sustos con los “dengues” y los “rublis”. También he aprovechado para buscar la carretera que me llevaría a Aqtobe, y al ver que estaba perfecta, he conducido unos sesenta kilómetros hasta que me he parado a dormir en una explanada de una mezquita que estaba llena de coches (por lo menos estaría bien vigilada, he pensado).

Unas cuatro horas después me he despertado chorreando sudor. Asiento en vertical y p´alante por la carretera buena. Me ha durado la tranquilidad unos veinte kilómetros, que es donde estaba el desvío hacia Aqtobe. Lo de anoche ya es la segunda pero carretera de mi vida, porque esta le ha quitado el record mundial, con una marca difícil de batir en muchos años. Hay cortafuegos en España muchísimo mejores que los trescientos kilómetros de “carretera” que he conseguido hacer en doce horas. No deja de haber baches durante más de quince metros, y de los gordos. No te encuentras a nadie. No se ven pueblos más que cada veinte o treinta kilómetros (una hora conduciendo). Una muestra:

                            



 
Lo único que he visto han sido águilas, cuervos (muy alentadores), y muchos dromedarios:


Después de unas tres horas, he visto un cartel donde ponía los kilómetros que me quedaban para llegar a Aqtobe, y no ha sido una gran alegría que digamos:



El Peugeot de estaba llevando lo suyo, pero se ha portado como un campeón. Ni un sólo pinchazo. Al final, hasta los había peores:
 

...Y así he seguido hasta las seis de la tarde más o menos. Unas doce horas llevaba cuando he decidido meterme por los caminos que hay al lado de la carretera.
Se avanzaba más rápido, pero estaba el problema de que hay muchos caminos. Todos van al mismo sitio, pero también los hay mejores y peores. Se entrecruzan contínuamente y es una lotería saber cuál será el mejor. Al final me he puesto a seguir a una de las furgonetas que hacen de “coche de línea” entre estos pueblos, ya que se saben los caminos y siempre eligen el bueno. Además, van a la velocidad máxima en cada momento, y es la mejor manera de adelantar algo. En total, he recorrido unos cien kilómetros detrás de una de estas furgonetas. Al final han parado en un cruce y se han bajado un montón de militares que han venido a saludarme porque llevaban un buen rato viéndome por el cristal trasero de la furgoneta. Me han dicho que iban a Aqtobe también y no sabéis el alegron que me han dado. Me han llevado hasta la ciudad y luego incluso uno de ellos se ha montado en mi coche para llevarme a un hotel que tuviera internet, que es donde estoy ahora.
Estos también se han llevado unos sombreros, pero no han querido posar con ellos:


 
Os dejo una imagen de la furgoneta donde viajaban, ya por la noche, a la llegada a la ciudad:


!Ah!, ¡Y otra cosa que se me olvidaba!:

Antes de los militares, también me ha tocado remolcar un coche. Resulta que vas luchando contra la carretera y de pronto aparece un coche atravesado con cinco tipos oliendo a alcohol. Lo primero que he pensado: Banditen. He guardado las cámaras debajo del asiento y al llegar me han explicado que se había averiado el coche. Antes de explicarles nada ya tenían un cable de acero enganchado a los dos coches y uno que se estaba montando en el coche. He tirado de ellos durante unos cinco kilómetros y el que venía conmigo también me ha gorroneado. También ha sido para verlo: Ha cogido una botella de Coca Cola que llevo en el coche desde Rusia, a 48 grados que hacía dentro del coche, y me ha dicho que si podía beber un trago. He asentido y el tío se ha metido la botella en la boca, chupando como si fuera la teta de su madre, y luego me ha dicho que estaba muy rica, señalando con el pulgar hacia arriba. He vuelto a asentir con la cabeza, y con la palma de mi mano hacia arriba, le he indicado que podía quedársela. Total, ahí sí que no iba a chupar yo, y si a él le gusta la Coca Cola caliente, pues para él. Al bajarse del coche se la han bebido entre los cinco en un minuto. El caso es que creo recordar haberles hecho una foto, pero no la encuentro en la cámara. Más adelante, si la encuentro, editamos la entrada para que veáis a los “pajaros”.

Bueno, ¡No os quejaréis!. He tardado en enviarla pero va completita la crónica de hoy. Espero que le guste al que se la lea entera. Par mí, las últimas veinticuatro horas han sido una odisea. Ahora, a reponer fuerzas, que mañana me voy a Astaná. La ruta la he cambiado sobre la marcha. Ya os contaré.

Un abrazo,

Jose.

6 comentarios:

  1. Muy bueno Jose, me parto el pecho con lo de "banditen" jejeje. Que jodío!!! Por cierto lo de los Policias con el Sombrero de los Repuestos de la Serena es lo más.

    Lo de las Langostas ha tenido que ser de flipar jejeje, estoy que me da un "ay" de la risa. Abrazos Jose.

    El Pil

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  2. De verdad que es una odisea !! Menudos personajes te estás encontrando! Parece el show de Truman y que todo realmente forma parte de un decorado !! ¿¿No puedes encontrarte a una persona normal??
    Jajjajaja
    Un abrazo !!! ánimo !!

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  3. Marquès,te mereces una medalla,nos tienes anhelando tus aventuras.q diver!ahh gracias x dejarme el coche.besitos

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  4. vaya tela marinera!llorando de risa con lo de la coca-cola y los calientes del desierto!!!un beso jose

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  5. primo,estoy enganchada al blog,suerte!!besos de todos.nuria

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  6. ese sanchez bueno

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