El larguísimo país de Kazajstán

Buenas noches a todos,

debido a problemillas técnicos al noreste de Kazajstán con internet (no hay), hoy no habrá crónica, así que, hasta que Jose pueda conectarse de nuevo para ofrecernos sus aventuras, os hago un pequeño avance.

He hablado hace un ratillo con él, y se encuentra en la frontera de Kazajstán con Rusia. Ha pasado la ciudad de Semey, y el próximo objetivo de la ruta es Barnaúl, a unos 300 km. de la frontera. Desde allí, Mongolia está ya a tiro de piedra.


Como la última crónica acabó en Kiev, continuaré desde allí con alguna anécdotilla que me ha podido contar. La anécdota de nuestras facturas de teléfono ya os la contaremos a final de mes.



A lo que iba, una vez dejas Kiev, a unos cuantos kilómetros está la frontera de Rusia. Cuando entras allí, lo primero que te piden es hacerte un seguro. El seguro que nos hicimos nosotros no cubría Rusia, así que, Jose inició los trámites para obtenerlo. Jamón extremeño, queso extremeño, y sombreros de paja. Pues eso, que Jose los agasajó con unas viandas, y, en cuanto se despistaron, agarró el coche (no literalmente), y se fue pitando (tampoco literalmente, porque le habrían escuchao los polis).

Y una mala noticia. Aunque creíamos que Jose iba ganando, parece ser que no es así. En la frontera le dijeron que habían pasado ese día dos o tres coches del Rally.

Otra mala noticia, no se fía mucho del amortiguador trasero derecho, la baca hace un ruido raro que no logra localizar (evidente, cuando busca de donde proviene el ruido, está parao), y la puerta delantera izquierda también cruje un poco.


En la primera gasolinera, con la luz de la reserva casi fundida del esfuerzo, no puede pagar porque no tiene la tarjeta activada para el extranjero. Se acojona un poco, pero la chica simpática de las tarjetas de Caja Extremadura nos lo soluciona enseguida. Publicidad gratuita. Se me olvidó preguntarle el nombre a la chica, por cierto.

Además de esto, nada reseñable, en unas cuantas horas, Rusia conquistado, y pasamos a Kazajstán.

En Kazjstán no se conoce aún el asfalto. La frase textual de Jose: "Es como conducir por un cortafuegos", creo que lo describe todo. Ni un camino decente, vamos.


Pero claro, Jose ya sabía que podía ponerse primero, así que condujo, casi sin parar, unas veinte horas, haciéndose la friolera de, ojo al dato, cuatrocientos kilómetros. Hagan ustedes la media.

Directo a Astana, a esperar a Javi. Astana está donde Cristo dio las tres voces, así que, un buen hotel, y a descansar.

Como no le cambian dólares, hace una visita a un cajero, saca 20.000 tengues, sí, tengues, paga el hotel, y vuelta a la carretera.

Javi tampoco llega, así que, después de conocer un poco la zona, marchando a Rusia de nuevo.

Lo único que me ha contado de este trayecto es que los mosquitos en esta zona están dopados. Son unos bichos enooooormes, y dejan unas ronchas enoooooormes. Dicen por ahí que incluso vuelan en círculos alrededor de su presa. Así que ha estrenado el super antimosquitos extrafuerte que, previsores de nosotros, adquirimos antes de partir.

Oliendo a antimosquitos como si no costase, se ha presentado hoy en la frontera con Rusia. Como ya habíamos previsto, y todavía no había pasado, la guardia fronteriza ha dejado a unos cuantos allí parados, hasta que les apetezca. Confiamos en el buen hacer de Jose, y en el jamón, el queso y los sombreros de paja anteriormente nombrados.

Y así está la cosa. Muchas gracias a todos. Javi.

Sólo una cosa más, tenemos nuevo patrocinador. El grupo extremeño El desván del duende también ha aportado su granito de arena, por lo que queremos agradecerles desde aquí su apoyo. Anda que no nos gusta ná ese desván: